Las élites, los desengañados y los paganinis del Brexit, Trump y demás facturas mundiales

Enviado el 1 julio, 2016 en Actualidad, Portada | Sin comentarios (aún)

Las élites, los desengañados y los paganinis del Brexit, Trump y demás facturas mundiales

Junio, el mes grande de los eólicos por aquello de los actos que rodean el Día Mundial del Viento, acaba y yo por fin retomo este blog. Eventos eólicos aparte, el mes no ha podido ser más intenso: desde el Brexit a los atentados de Turquía, pasando por el 26-J, el mundo vive un momento convulso. Y si hay algo que ha quedado claro es que se ha convertido en un lugar cada vez menos predecible.

Si no, que se lo pregunten a las empresas de sondeos y a los analistas políticos, en fuera de juego tras el Brexit y el 26-J. ¿Por qué? Es difícil de decir, aunque las interpretaciones abundan. Ahora bien, hay un fenómeno que empieza a salir a la superficie: aquellos que creían que lo tenían todo controlado (las llamadas élites) ven con estupor como los que más han sufrido por el aumento de la desigualdad a raíz de la crisis económica (los desengañados) tienen más fuerza en las urnas y amenazan con, si no desmontar, hacerle mucho daño al statu quo. Es decir, que existe el riesgo de que a los poderosos les salga el tiro por la culata.

Uno de las situaciones más preocupantes de los últimos años es el aumento de la desigualdad en la educación. Mientras los gobiernos de una parte muy importante del mundo permiten que la educación pública se empobrezca y que los estamentos más bajos padezcan una ineducación cada vez mayor (según una encuesta del Ministerio de Economía, el 25% de los españoles cree que el sol gira alrededor de la tierra), el dinero cobra más y más importancia para conseguir un curriculum diferenciado. A golpe de talonario se consigue entrar en los mejores colegios y universidades del mundo, se logra ese importante barniz internacional, ese savoir faire que permite codearse con los que cuentan y esos contactos que abrirán las puertas adecuadas.

¿Qué esto no es nuevo? No del todo. El elitismo ha existido siempre y siempre existirá. Lo que sí es nuevo es la mayor dificultad de acceso al trabajo en una Europa cada vez más envejecida. Los hijos de las élites con espectaculares curriculums y no menos espectaculares enchufes –sin menospreciar ni la valía ni los méritos personales de muchos– son los nuevos mileuristas, mientras el resto de universitarios se conforma con ir de beca en beca o en trabajar en algo muy alejado de aquello que estudió. En el otro lado de la sociedad, los ciudadanos menos cualificados ven con frustración como la tecnología les arrebata más y más posibilidades, mientras los únicos empleos a los que pueden acceder ya no son para ellos, sino para mano de obra más barata (inmigrantes, por lo general).

Esta circunstancia está dejando a más y más gente fuera del sistema, a la vez que el estado del bienestar amenaza con desintegrarse por cortesía de una población que envejece deprisa. Y ha generado una masa enorme de desengañados dispuestos a creerse las mentiras que con desfachatez esgrimen los nuevos Mesías. La victoria de Donald Trump en las primarias republicanas de Estados Unidos ha sido un claro triunfo de la demagogia más barata. El Brexit ha sido la consecuencia no ya de un hartazgo con Europa (la principal búsqueda de los británicos en Google los días antes del referéndum fue “UE” y, el día después, “qué pasa si Reino Unido sale de la UE), sino de un rechazo al sistema tradicional”. Y el ascenso de Podemos y otros partidos con marcado acento populista en todo el mundo responde a motivos similares.

Es decir, que los desengañados están propiciando victorias electorales muy alejadas de los intereses de los más poderosos, que se están dando de bruces con la democracia. Las urnas nos igualan tengamos lo que tengamos y vengamos de dónde vengamos. Cómo reaccionarán las élites a esta situación es la pregunta que está en el aire. Lo que es obvio es que la desigualdad, si procede del lado de la educación, se les puede volver en contra de maneras insospechadas.

El drama es que todos vamos a pagar el pato. Que el Reino Unido o Estados Unidos abracen el proteccionismo, la soberanía individualista, no es bueno para casi nadie, ni élites, ni desfavorecidos, ni lo que queda de clase media. Esa a la que los populistas consideran rica y se frotan las manos pensando en freírla a impuestos y en convertir a sus integrantes en desengañados. Esa que pelea con uñas y dientes para que sus hijos tengan una oportunidad aunque no vayan a heredar su membrecía en el club de turno. Esa que aún no ha perdido la fe en el sistema, está en Twitter, lee algún que otro periódico y se esfuerza en encontrar explicaciones a lo que está ocurriendo en el mundo con el fin último de sobrevivir y no perder un estatus ganado con mucho esfuerzo. Esa que ve que cada vez es más difícil ser élite y más fácil acabar en desfavorecido.

Ahora toca confiar en que los políticos de este lado del Atlántico y del otro (por no hablar ya de los de Rusia, Ucrania o Venezuela) sean capaces de leer los mensajes cada vez más claros que lanzan los ciudadanos cuando votan y no nos aboquen a salir de un sistema, por muy imperfecto que sea, sin ningún atisbo de recambio. Es un deseo expresado en voz alta; ni siquiera llega a la categoría de esperanza. Al contrario que los resultados electorales, la miopía sí es predecible.

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