Qué tienen en común Ignatius Reilly y Scarlett O’Hara o el arte de crear personajes

Enviado el 29 enero, 2016 en Libros, Portada | 3 comentarios

Qué tienen en común Ignatius Reilly y Scarlett O’Hara o el arte de crear personajes

Para el común de los mortales, la idea de que una persona con la que toman café o copas, comparten despacho y cotilleos o incluso vacaciones pueda tener la suficiente imaginación como para crear un personaje desde cero resulta marciana. Créeme, sé lo que digo.

–¿Quién es el del Porsche?– me preguntó mi propio padre tras leer uno de mis relatos. –¿Lo conozco?

–Papi, cómo lo vas a conocer si es inventado.

–Pues esa madre no se parece nada a mí–, dijo mi madre, muy digna, tras leer otro.

–Claro, porque no eres tú.

(Aquí vendría un largo suspiro…)

Uno de esos escépticos es mi amigo Miguel, que hace unos días, después de hacerme negar por activa y por pasiva que la novela que estoy escribiendo sea autobiográfica, claudicó y pasó a otra cosa.

–¿Cómo te inventas un personaje?

Reconozco que, de buenas a primeras, me dejó sin palabras. Así que, de camino a casa, intenté recordar el modo en que ha nacido Cata, mi nueva protagonista (ya os anticipé algo sobre ella en uno de los primeros posts de este blog). Un buen día, las primeras pinceladas de su historia brotaron en mi cabeza, sin más. En aquel momento, me limité a escribirlas en un papel y me olvidé de ellas. Pero, años después, y ya con dos novelas publicadas, me planteé un reto: quería escribir una novela muy femenina (mis dos primeras se centran en mundos de hombres), en la que la protagonista tuviese todos esos ingredientes que convierten a un personaje en memorable. Casi nada, ¿verdad?

¿Qué tienen esos protagonistas que, años y años después de haber leído una novela, siguen en nuestro recuerdo? ¿Qué los hace grandes?

Me refiero a personajes de la talle de Ignatius J.Reilly, protagonista de la única y póstuma novela de John Kennedy Toole, La conjura de los necios. Ignatius es un hombre inadaptado y estrafalario que sueña con trascender, pero se topa día a día con una realidad que le disgusta y con una sociedad que le rechaza por ser distinto. Su triunfo está tanto en esa diferencia que tan bien supo plasmar el autor y en lo entrañable que resulta, lo que nos obliga a empatizar con él casi desde el principio.

Scarlett O’Hara, la archifamosa protagonista de Lo que el viento se llevó, no es particularmente simpática. Despótica con los hombres, egoísta con las mujeres, decidida a lograr sus propósitos sin que nada se le ponga por delante… Pero va sufriendo una importante transformación a lo largo de la novela primero y de la película después que la humanizan a ojos de la audiencia. Todos hemos permanecido pegados al asiento hasta conocer el destino final que le esperaba a la guapa sureña.

Anna Karenina, la protagonista de la novela del mismo nombre –una de las obras cumbre de León Tolstoi–, nos traslada al opresivo mundo de la aristocracia rusa antes de la Revolución a través de la historia de una mujer que se atreve a desafiar los convencionalismos por amor. El lector sufre con ella los desprecios de la sociedad y los desplantes de su amante, y se ve arrastrado por esa obsesión que la lleva al suicidio.

Bartleby, el escribiente, el genial relato de Herman Melville, narra la historia de un patético hombre que pasa de la noche a la mañana de ser un empleado ejemplar a convertirse en una pesadilla para su jefe. Su constante frase, “preferiría no hacerlo”, le granjea el despido, pero él se niega a abandonar la oficina, dónde acaba viviendo. La grandeza de este personaje está, a diferencia de los anteriores, en lo que no sabemos de él. Ha tomado una decisión y desconocemos por completo sus motivos, pero nos resulta inexplicablemente simpático.

¿Qué tienen personajes tan dispares en común? Todos ellos están bien definidos, son redondos y verosímiles, a pesar de sus contradicciones. Son carismáticos y nada planos. Tienen claros conflictos y metas que desean ver cumplidas. Y en algunos aspectos incluso nos recuerdan a alguien que conocemos, porque son casi de carne y hueso.

¿Te parece fácil construir un personaje así? Pues siento decepcionarte: no lo es. La creación de un personaje exige que el autor tenga perfectamente trazado e interiorizado al máximo su retrato interno y externo antes de ponerse a escribir. Sobre todo, porque resulta incomprensible el modo que tienen algunos personajes de soltar la mano del autor y salirse por los cerros de Úbeda sin que nadie les haya autorizado. Y, aunque les permitamos de vez en cuando bajar solos a por el pan, es preferible mantener la disciplina.

Cata, mi Cata, crece a diario como persona. Poco a poco voy descubriendo facetas suyas que desconocía. Y las que no me surgen de manera espontánea, he de esforzarme en construirlas. Intento que, como cualquier ser humano, tenga debilidades y flaquezas, sueños y esperanzas, aficiones y fobias, contradicciones y matices, rasgos que la hacen simpática y otros por los que la matarías. ¿Para qué? Para que cuando tengas la oportunidad de conocerla porque mi novela llegue a tus manos su historia te genere suficiente apetito como para leerla hasta el final. Me reconocerás que, como reto, no está mal.

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3 Comentarios

  1. Cada día me pareces más increible.
    Cuando sea mayoe quiero ser como tú

    • Gracias, Loleta. Un besazo

  2. Gracias, Prima. Qué grande eres!!!

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