Veinte curiosidades por las que Japón resulta fascinante

Enviado el 6 marzo, 2016 en Actualidad, Portada | 4 comentarios

Veinte curiosidades por las que Japón resulta fascinante

Vuelvo fascinada de Japón. Aunque son muchos los amigos que me habían hablado del país y de sus habitantes, desde el momento en que pisé el aeropuerto empecé a abrir la boca y no la cerré hasta el último día. Por eso me animo a compartir aquí muchos de esos detalles que van más allá de la belleza de los paisajes (mucha), la amabilidad de la gente (increíble), lo imponente que resulta Tokio (el área metropolitana con mayor población del mundo) o el contraste entre las tradiciones y la modernidad.

  1. La seguridad. Uno puede andar por la calle con el bolso abierto o dejarse el Rolex en un karaoke sin miedo alguno. De ahí que niños pequeños vayan solos al cole y se manejen de maravilla en esas estaciones de metro que abruman hasta al más viajado (por la de Shinjuku en Tokio pasan más de tres millones de personas al día) o en los cruces en diagonal en los que los choques entre humanos parecen inevitables (el más famoso es el de Shibuya, también en Tokio).
  2. Los cuartos de baño. Desde que uno descubre las tazas de WC calentitas, con música, chorritos de agua y secador incorporados, entra a cada baño privado o público con las expectativas muy altas. No queda defraudado. En muchos sitios púbicos se distinguen los de estilo occidental –nada que no os suene– de los de estilo japonés, letrinas en las que uno encuentra unas detalladas instrucciones de cómo utilizarlos e, incluso, un cómodo asiento para que el bebé nos esperé sentado.
  3. El gato que saluda no es chino, sino japonés. Los gatos son venerados. En Tokio, una ciudad hiperpoblada en la que se vive en diminutos apartamentos que alcanzan precios astronómicos, es difícil tener mascota. Así que la gente acude a una cafetería llena de gatos para tener la oportunidad de acariciarlos.
  4. Encontrar la salida es una odisea. El metro es más fácil de usar de lo que a priori cabría pensar pero, con cuatro pistas bien dadas, no es complicado. Ahora bien, a veces resulta imposible encontrar la salida. La clave: candelabro cuadrado. Esa es la traducción occidental de los caracteres japoneses que indican la salida.
  5. No hay papeleras. Las ciudades están extremadamente limpias, pero no hay donde dejar la basura, que uno debe cargar consigo todo el día. Una explicación que dan algunos es que, después de un atentado en Tokio, se retiraron todas.
  6. Es habitual que los japoneses se acerquen a ayudar a los turistas en cuanto los ven dudar o sacar un mapa. Pero la buena voluntad no basta, ya que poca gente habla inglés. Resulta un tanto frustrante.
  7. Lo más chirriante de la cultura es la actitud hacia las niñas. Carteles de chicas que parecen menores anunciando diferentes productos, Lolitas que intentan atraer a los maid cafés (luego hablaremos de ellos) desde la calle, canciones con voces infantiles… Uno intenta abrir la mente e intentar entenderlo. Pero es difícil cuando te cuentan casos en que maestros secuestran niñas para llevárselas a casa como sus esposas, que las violaciones son más habituales que los robos o que la hipercompetitividad en los estudios hace que algunos hombres lleguen a la universidad habiendo visto sólo mujeres en dos dimensiones, las pechugonas y eternamente jóvenes heroínas del manga.
  8. Las mujeres occidentales imponen. En el metro de Tokio hay vagones sólo para chicas por la afición de algunos a meter mano. Ahora bien, es raro que a una mujer con rasgos occidentales le pase. El motivo, más allá de que los japoneses prefieren a sus mujeres, es muy curioso: existe un grito, chikan, que una mujer puede dar en el metro cuando alguien se sobrepasa. Pero ha de estar muy segura antes de emitirlo, ya que a ese señor la gente de su alrededor lo va a agarrar, denunciar y va a quedar marcado para toda su vida. Es muy posible que incluso pierda a su trabajo y sus amigos. Esto es muy japonés: lo que hagas dentro de tu casa mientras nadie se entere es asunto tuyo. Si sale a la luz pública has metido la pata. Llevan el qué dirán a sus últimas consecuencias. Volviendo al metro y a las mujeres occidentales, los japoneses saben que nosotras no nos callamos (aún así, se dan casos).
  9. Los maid cafés del barrio electrónico de Akihabara en Tokio son toda una experiencia. Te reciben unas jovencitas que bien podrían ser menores, vestidas de niñas, que te ponen unas orejitas de conejito y empiezan a jugar contigo desde el minuto uno. Se arrodillan ante tu mesa en actitud coqueta, te hacen repetir gestos infantiles como el maullido de un gato, se hacen fotos contigo… Como decía el cartel de la puerta del que nosotros entramos, mejor deja fuera tus pensamientos más sucios.
  10. La veneración por los niños no llega a la religión. Al contrario: los niños que mueren de pequeños no van al cielo directamente porque han cometido el pecado de entristecer a sus padres.
  11. Los innumerables terremotos condicionan la forma de vida. La mayor parte de los templos están reconstruidos (ante la escasez de espacio, es habitual que las reproducciones sean un tercio más pequeñas), las casas no están adosadas y mantienen una mínima separación entre ellas, los cables de la luz no están enterrados y se apelotonan entre sí. Es más, el Primer Ministro, Shinzo Abe, intenta conseguir una reforma de la Constitución para regular mejor la actuación de las autoridades en casos de emergencia y crisis. Ahora hay incluso tours turísticos para que los japoneses visiten las zonas afectadas por el terremoto de Fukushima de 2011.
  12. La puntualidad es escrupulosa. Si está previsto que los trenes salgan a y ocho y lleguen a y once eso es lo que hay. Ni más ni menos.
  13. A nadie se le ocurre aparcar al toque. Si un japonés se encuentra un pequeño rasguño en su parachoques, lo denuncia a la policía. Y, como hay cámaras por todos lados, al infractor se le pilla sí o sí y es multado.
  14. En Kioto, la cuarta ciudad del país, hay unos barecitos que parecen de muñecas. Una barra pegada a unos taburetes que, a su vez, están pegados a la puerta (no hay sitio para caminar, uno entra y se sienta directamente). Una televisión a cada lado que puede hacer servicio de karaoke, unos parroquianos muy fieles y unas señoras ya mayorcitas que les sirven y a las que ellos llaman mamás. Punto.
  15. En las zonas turísticas de Kioto es habitual ver chicas y chicos con kimono. La decepción llega cuando te cuentan que la mayoría son chinos o coreanos que los alquilan por un día.
  16. Los japoneses se jubilan a los 60, pero no empiezan a pagarles la pensión hasta los 65. Si han trabajado para una gran empresa, es posible que les contrate a tiempo parcial durante esos años. Si no, tendrán que tirar de ahorros. Pero la historia de amor de Japón con sus grandes empresas está en declive. La lealtad al empleo y los trabajos para toda la vida están desapareciendo porque las compañías ya no tratan a sus empleados como si fuesen una gran familia. El envejecimiento de la población (Japón es, con España, uno de los países con la natalidad más baja del mundo) no lo permite. El resultado es un surgimiento del individualismo y de la rebeldía de los jóvenes, que buscan diferenciarse a través de símbolos como la moda. De ahí las lolitas góticas que inundan el barrio de Harajuku (Tokio) los fines de semana.
  17. Aquellos que disfrutaron del empleo para toda la vida en multinacionales como Sony, Sanyo, Toyota o Mitsubishi, dedicaron su vida al trabajo y se sienten impotentes ante la jubilación. Cuando se ven obligados a quedarse en casa, no saben qué hacer y siguen a sus mujeres a todos lados. Son los hombres hoja mojada (por lo pegajosos, claro).
  18. En los onsen, los baños termales japoneses que proliferan por todo Japón, está prohibido meterse con tatuajes, ya que se los relaciona con la mafia japonesa, los Yakuza.
  19. Hay una máquina expendedora por cada 23 personas, el ratio más alto del mundo. Hay máquinas hasta con café con leche en lata y ¡caliente! La afición por una especie de tragaperras es brutal. Observar a las niñas uniformadas salir del cole y marcharse en uniforme al barrio de Shimbuya en Tokio para jugar a esto o hacerse fotos con poses de mayor es todo un espectáculo.
  20. El contacto físico no está bien visto ni con los propios padres. Los japoneses no se dan cuenta de la frialdad que esto supone hasta que viajan a Occidente. De hecho, la postura más extendida para las primeras relaciones sexuales lleva el sugerente nombre de estrellita de mar.

Seguro que me dejo muchas cosas, así que os animo a completarlo en la zona de comentarios más abajo. Pero no quiero acabar sin decir que este viaje a Japón no hubiese sido tan especial sin el grupo con el que lo hemos hecho: los corredores del Maratón de Tokio 2016 que ha llevado Marathinez. Mi marido y yo huimos de los viajes organizados, pero éste ha tenido todos los ingredientes para triunfar. Una organización excelente (gracias a Luis y Lidia) y unas personas maravillosas, educadas, divertidas, flexibles y, sobre todo, con unas ganas enormes de pasarlo bien. Con Oe oe oe oe y My Way como los himnos del viaje, cierro con pena esta página para volver a la vida real. Las anécdotas y las fotos son para siempre.

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4 Comentarios

  1. Sonia,
    Todo esto y mucho mas como por ejemplo la comida que merece un capitulo aparte, pudimos experimentar hace poco cuando estuvimos allí para la boda de mi cuñado con Narumi.

    Un beso
    Rafa

    • Completamente de acuerdo, Rafa!

  2. Tú fuiste nuestra cronista particular, nosotros podemos haber sido tu archivo fotográfico…poco a poco llegarán.
    Una experiencia única con gente única

    • Eso espero, Estefanía. Gracias!

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