Ahora toca escena de sexo… oh, oh

Enviado el 1 diciembre, 2015 en Libros | 1 comentario

Ahora toca escena de sexo… oh, oh

Estás leyendo un libro fabuloso, de esos que te enganchan y no puedes dejar. El protagonista te tiene fascinado con su personalidad arrolladora y estás deseando que logre su propósito. Por fin se arma de valor y aborda a la chica. Ella accede y… ¡zas! Un amasijo de partes corporales y sensaciones forzadas te devuelven a la realidad. De un plumazo, la credibilidad del protagonista se ha ido al traste y tu pacto de complicidad con el autor, también. Una lástima.

Como lector, ¿te reconoces en esta situación, en la que una escena de sexo mal resuelta te ha estropeado en parte la lectura de lo           que prometía ser un gran libro? Pues déjame romper una lanza por los escritores –la mayoría– que se encuentran en la tesitura de narrar una escena erótica. No es fácil. De hecho, es muy difícil.

Rara es la novela en la que no hay escenas de contenido sexual. En casi todas hay historias de amor más o menos explícitas, y el lector espera que el romanticismo desemboque en lo que suele hacerlo en la vida real. Por el contrario, a muchos autores se les nota que preferirían un final más platónico para no tener que enfrentarse a ello. ¿Te extraña? Quizá después de leer este post no te resulte tan raro.

-¿Eso te ha pasado a ti? Te sorprendería la cantidad de gente que tiende a pensar que las novelas de los autores que conoce personalmente son autobiográficas. Saben muy bien que ni JK Rowking alterna con Harry Potter ni Gabriel García Márquez ha estado en Macondo pero, si conocen al autor en carne y hueso, tienden a pensar que es imposible que de su imaginación salga una novela entera. Con lo cual, el primer escollo de un escritor es superar el miedo a que sus padres, su mujer o sus compañeros de trabajo le asocien con el pervertido sadomasoquista en el que acaba por convertirse su protagonista. Uf.

El sexo vende. Pero entiende que tiene que superar ese primer obstáculo y tirar para adelante. Si quiere mostrar un personaje completo en todas sus facetas, sabe que la sexual es una de ellas. Muy importante. Las editoriales quieren sexo en las novelas y lo piden sin tapujos. Es lo que hay.

Más allá de uno mismo. Ahora nuestro autor ya está delante del papel. Preparados, listos, ¡ya! Pero él es un señor de mediana edad que se casó a los 20 años y jamás ha sido infiel y está narrando la historia de una Lolita de 16 que vuelve locos a los hombres. ¿Por dónde empezar? Por olvidar la propia experiencia y abrir la mente. Con anterioridad ha descrito con éxito la actitud de su protagonista en el colegio y en casa, con sus padres. Ahora toca dejar atrás lo vivido e intentar pensar como lo haría una adolescente precoz ante su primera vez. ¿Difícil? ¡Mucho!

Todos tenemos prejuicios. Nuestro escritor ha conseguido esbozar una escena que le suena creíble. En su cabeza, ve muy claras las motivaciones de la chica, sus miedos, las sensaciones buenas y malas, las emociones que vive antes y después. Incluso ha ideado esos pequeños detalles que convierten una vivencia en inolvidable para cualquier ser humano. Así que se acerca al ordenador en busca de las palabras adecuadas. Y sufre otro ataque de pánico: ¿Quién va a ser su lector? ¿Se va a sentir ofendido porque se trata de una menor? ¿Con cuánta delicadeza se debe abordar el asunto? ¿Ha de llamar a cada cosa por su nombre?

-¿Culo o pompis? ¡Ajá! He aquí otra de las cuestiones clave. ¿El lector prefiere que hable de las partes del cuerpo en plan CSI o Jamón, Jamón? ¿Es mejor ir de cursi o inclinarse hacia lo soez? Habrá consejos para todos los gustos y lectores a los que les chirríe más una opción que la otra. Lo que casi nunca falla es mostrar en vez de contar. Elevar la escena a través de las emociones y sensaciones para que no sea necesario entrar en demasiados detalles físicos. Y cuando no haya más remedio porque sea fundamental para la trama, hacerlo sin miedo. Al fin y al cabo, son sólo palabras.

La fina línea entre lo erótico y lo pornográfico. En el cine la diferencia entre erotismo y pornografía está muy clara: en las pelis eróticas, se insinúa. En el porno, se muestra con crudeza. La RAE define el erotismo como “amor sensual” o “carácter de lo que excita el amor sensual”. En literatura la diferencia es más difusa. Hay quién define el erotismo como el modo de mostrar la intimidad de los personajes con un sentido narrativo. En cualquier caso, la línea es fina. Y no conviene cruzarla sin una intención expresa de hacerlo.

El lector quiere soñar. Tomada la decisión de que buscamos transmitir cierto erotismo sin pasarnos, llega la hora de buscar un pacto con el lector. Él (tú) no quiere que se lo contemos todo; es (eres) lo bastante inteligente y cuenta (s) con la suficiente imaginación como para intuir lo que no se escribe. El exceso de información sólo va a frenar el ritmo de la narración y apartar a los lectores más timoratos (ya, ya sé que tú no lo eres).

Todo cuenta. Eso sí, la imaginación del lector hay que espolearla. Y para ello, nada mejor que jugar con los cinco sentidos, porque todos intervienen con mayor o menor intensidad en estas escenas de las que estamos hablando. Y con las emociones. Y con los sentimientos que se producen a posteriori. De ese modo, habremos logrado un cuadro completo, una escena que se vea sin necesidad de contarla. Y nuestro personaje será más humano, más completo, más redondo. Objetivo conseguido.

Sé de lo que os hablo. En mi primera novela, Los señores de la prensa, hay algunas escenas de sexo que sirven para mostrar una faceta más de los protagonistas. Reconozco que no me resulto difícil escribirlas. En la segunda, Los otros Franco, ninguna: al fin y al cabo, novelo la historia de los hombres de mi familia (¡!). Pero la tercera, en la que estoy inmersa, es harina de otro costal.

Mi protagonista, Cata, se busca a sí misma a través de sus relaciones con los hombres. Esto quiere decir que su evolución sexual está muy presente en todo momento. Al igual que la mía como escritora: ya no me basta con describir un par de escenas eróticas con más o menos acierto; a cada paso he de mostrar una faceta fundamental de la protagonista y servirme de ello para hacer avanzar la historia. Todo un reto.

A estas alturas, mi humilde conclusión es que no hay fórmulas mágicas para escribir una escena erótica de ficción. Quizá lo más importante es que tenga un propósito bien definido, que encaje en la historia como una pieza más, que sirva para mover la trama hacia adelante y para mantener viva la atención. Tu atención, querido lector. Porque no hay nada más importante. Créeme.

 

 

 

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Un comentario

  1. Pero cuánto sabes, Prima!!!. Estamos deseando leer tu tercera novela. Mucho arte y mucho talento.

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